miércoles, 10 de septiembre de 2008


Ella y él, callan ante lo inminente, el sudor comienza a deslizarse por sus rostros. Tensión, eso creen. Él sonríe nerviosamente, esquiva sus ojos y fija su mirada en el piso. Ella lo imita, aunque marca la diferencia al soltar un suspiro. Se cansan pronto, vuelven a mirarse sin soltar palabra alguna. Ella le dedica un pequeño roce con sus labios, a lo que él cierra los ojos. Sin dudarlo, ella hace lo mismo y se dedican a escuchar. Un roce, otro, sus dedos y los de él, sus manos y las de ella, sus brazos, sus piernas, el cuerpo que construyeron y del que se sienten orgullosos. A él nunca le ha gustado la matemática, pero sabe muy bien que uno más uno es simplemente uno.

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